Día 29: ¿Poco o mucho fruto?
"Yo soy la vida y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada." JUAN 15:5(NVI)
La invitación de Jesús para
permanecer en Él, es el corazón del Evangelio. Como una rama depende de la vid
para dar fruto, así nosotros dependemos de Jesús para tener fruto en nuestras
vidas.
Y es únicamente a través de una
relación de intimidad permanente con Jesús en lo que podemos esperar para dar
el fruto del espíritu en nuestras relaciones con otros.
Jesús presenta este punto
enfáticamente cuando dice, "El que permanece en mí, coma yo en él, dará
mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” Nota lo fuerte del
lenguaje. Si permanecemos en una relación de amor con Él, ¿produciremos
"poco fruto"?, No, produciremos "mucho fruto".
Floreceremos. Por otro lado, si no permanecemos en Él, ¿todavía podemos hacer
"algo"? No, no podremos hacer "nada". De hecho, en el
griego original este enunciado es doblemente negativo y se puede leer:
"ustedes no pueden hacer nada, realmente nada". Jesús quiere
asegurarse que entendemos fuerte y claro su punto.
El único camino para tener fruto
es permanecer en una relación con Jesús. Si queremos ser el tipo de persona que
ama, que es paciente, que es amable, que es gentil, que tiene autocontrol,
(Gálatas 5:22-23) es nuestra obligación permanecer en Él. Dar fruto no es el
resultado de lo que nos propongamos o de la determinación que tengamos. Es el
resultado de permanecer en una relación dependiente de Jesús por el Espíritu
Santo. El fruto del Espíritu es exactamente eso, el fruto del Espíritu. Es el
resultado del poder transformador de Dios, no nuestra fuerza de voluntad. Es
producto por el Espíritu Santo quien ha hecho su hogar en nosotros.